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Todavía no lo sabes, pero Scorn es maravilloso.

Tengo la sensación de que algo falló cuando se quiso promocionar Scorn. De hecho, sigo teniendo la sensación de que se sigue concibiendo como algo que no es y por eso mucha gente rehusa de jugarlo o simplemente se limita a darte un portazo en la frente mientras te piden cerrar al salir agarrando la manilla de Metacritic. Si baja de 90 no vale. Y ya está. Scorn no vale. 

El problema es que aunque no siempre, en ocasiones estos juegos que no cumplen los requisitos mínimos para doctorarse, resultan ser obras impecables, de brocha fina y cincel exquisito.

Scorn es ese juego que se presenta al show con las credenciales erróneas. Duración escasa, historia opaca, enrevesada e interpretable. Sin hud en pantalla, sin llevarte de la mano. No derrocha colorines. Tampoco munición. Ni siquiera mapa. Tiene puzzles y unos primeros 25 minutos rocosos. Cemento armado para tu cabeza que lo único que quiere a estas alturas de ‘fast games’ es eso, algo que en el minuto 5 te tenga con la tapa de los sesos volando.Y encima incluido en el Gamepass. Gratis, que diría aquel. «Instalado y borrado» se lee en Telegram. «5 minutos me ha durado», en Twitter. 

Pero mi Whatsapp arde. Y dice que no. Que lo pruebes. Que no te fumes su cartilla de presentación y que leas lo que te tengo que contar.

Scorn no es un shooter. No lo es básicamente porque nunca lo ha pretendido ser, y ese es el primer descalabro en la promoción del juego, que todo el mundo creía que se iba a encontrar otra cosa. Entonces, y aquí viene el segundo error, es cuando el público cree que además de liarse pegando tiros todo el juego, iba a estar ante un escenario opresivo y terrorífico. ¿Pero qué? Pero no. Scorn no asusta, no propone helarte de miedo y aunque tenga un componente propio del survival horror como es la escasez de munición y su torpeza en el gunplay (a propósito, claro), no es un juego de terror. Scorn es una aventura. Un viaje a través del que se nos cuenta una historia llena de misterios y semejanzas, paralelismos. Una metáfora errante en escenarios viscerales y eso sí, terroríficos en términos visuales. Esa es la principal diferencia con los juegos de terror, que en esos hay un enemigo al que temer, aquí el temor es ante lo que representa el escenario que se nos presenta y al que hay que derrotar. La soledad, la regresión, el fracaso, la supervivencia, los egos. Todo eso te lo narra el escenario. Repleto de masa orgánica, de restos humanoides y carne putrefacta. Las paredes hablan, los mecanismos cantan y los cables atan. Enganchan. Arrastran. A seguir jugando. A no parar. Porque una vez entras en el mundo de Scorn, las más de 6 horas que te quedan por delante van a ser un pasillo con cuadros a ambos lados con brazos empujándote hacia delante, hacia esa luz que no ves pero que sabes que en algún momento de la aventura saldrá de su escondite para darte la bienvenida. Ebb Software ha obrado algo que solamente los más acertados consiguen, que su arte sea el protagonista principal, el antagonista y protagonista de la historia. Con un diseño de niveles perfectamente ensamblados. Misterio a raudales. Equilibrio perfecto entre la información que se nos da y la que falta. Descarado a veces en sus declaraciones. Te deja migajas de pan por el camino, te marca el desenlace de la historia para que al término de la obra tu mente tenga una historia autoclonclusiva montada aunque todavía difusa. Nada está al azar en Scorn, y hasta el embrión más insignificante colocado en la última piedra de una hilera nos quiere explicar algo. Qué exquisito es este juego. Para paladares finos. 

Por eso vengo a hablaros de Scorn. Podría escribiros sobre otros juegos sobresalientes, pero esos no necesitan del boca a boca que sí precisa esta obra. Los medios me hicieron descartarlo y los usuarios rescatarlo del pozo al que acaban yendo muchos juegos de usar y tirar. Conozco usuarios con exigencias tan altas rendidos a esta obra que supe que al menos debía intentarlo. Romper el armazón de cemento y descubrir qué escondía este trabajo. Ahora, cojo el testigo de esos grandes tipos que me permitieron conocer Scorn y te lo paso a tí. Y si después de mirarme con desprecio  acabas degustando el juego, servilleta en mano, límpiate el hocico y dame un abrazo antes de rendirme el mayor perdón que haya destilado tu boca alguna vez porque el desprecio es un cuchillo que no corta pero atraviesa, y duele, ya lo creo que duele cuando todavía queda gente dudando de Scorn. 

Carlos González Bravo.

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